lecho marino

Para idearme un futuro acorde con mis ilusiones requiero aferrarme a la imaginación. Para mi pesar, en el trato con mi pasado, también debe mediar la fantasía, si aspiro a no permanecer sepultado en vida por gracia del rudo lastre de recuerdos mal digeridos.
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Descubierto

De pequeño fantaseaba con ser invisible. Con el pasar del tiempo una actitud silente junto a un andar quedo y monosilábico casi me convencieron del arte de mis propósitos. Mi equivocación se manifestó evidente con la llegada de la madurez y los cambios fisonómicos inherentes a ella. El disimulo no pudo esconderme de la vergüenza de ser observado. La inquietud de mis ojos delataban de antemano la crudeza de un mundo interior en todo su inestable hermetismo. Luego de serios desencuentros descubrí que, pasar inadvertido, requiere de cierto combustible interior difícil de cultivar. La introspección es como la luz violeta alrededor de una llama a punto de extinguirse. Sin duda, el sigilo es un hábito despojado de las secuelas visibles de los vicios más vulgares. Hacerse invisible se compara, más bien, a ese morbo que acompaña tu mirada esquiva cuando sucumbe a la tentación de posarse sobre la imagen de un rostro desfigurado o la deformidad física de una persona, tornada de pronto, en inesperada compañera de viaje en el ascensor de tu edificio. La sensación análoga consiste en encerrarse detrás de los marcos de un espejo imaginario mientras imaginas no ser visto, a eso precisamente me refiero.

Por otro lado, escurrirse implica moverse entre los sonidos de un mundo escandaloso y dotarse de una apariencia casi invariable. Emparedarse en rituales cotidianos predecibles bastante cercanos a los esfuerzos de rendir tu aliento durante una inmersión submarina. Nuestro paso por el mundo deja tras sí un rastro sonoro mayor, sin temor a dudas, a la evidencia visual, el ruido es la estela más hiriente a la vista de aquellos interesados en darnos alcance.
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miopía lateral

Reconozco la familiaridad de los rostros desconocidos cuando mi mirada perdida acertija el horizonte blando de mis caminos hechos hilachas. Cuando el tránsito banal de mis pies atestiguan cansancio y me encajan, con precisión inconforme, al abrigo abultado de las multitudes. Es el lugar espontáneo donde prefiero descubrir el espejismo de un presente que me contempla, mientras sondeo los extravíos de mi memoria. Encuentro la volatilidad de similitudes pasajeras en el semblante itinerante de esas caras en fuga lateral, devenidas de pronto en recuerdo fosilizado de un pasado exprimido por mi mente agotada. Alucino con la somera posibilidad de recrear en ausencia el retrato  de fisonomías sepultadas por el paso del tiempo y la ajenidad de recuerdos trasfigurados en sueños desvencijados.
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Cielo abierto

Debe existir una palabra para nombrar el vértigo que embarga a quien mira el cielo en toda su vasta amplitud. El arriba, suerte de acertijo de bizcos, tuerce cuellos a voluntad. Revela la inanidad de cualquier pensamiento humano. Toda cavilación, abovedada bajo la cerradura de la premeditación, resulta descubierta en su flaqueza, cuando nuestros ojos desorbitados se asoman al interminable talante de todo cuanto flota sobre nuestras cabezas. Contemplar la danza de las nubes a la deriva hipnotiza hasta la imaginación más gris. Con pasmo asistimos a nuestra vanidad hecha trizas y damos cobijo, sin saberlo, a la indisciplina del abismo aplastante que nos sirve de techo. Nuestros deseos, sin cabalgadura, se encumbran a la sombra de esos cirros de enfilada ingravidez. Quiero irme a la caza del olvido de mis pies y no volver a "pisar la tierra". Anhelo dormir arrullado por los hábitos vocingleros del viento seco y las lágrimas bien escurridas de mis párpados entumecidos. Salvaje espejismo, que para cegarme, se vale del esplendor peregrino de un rayo de sol y el hastío de pertenecer al mundo. 
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pathos

Cualquier padecimiento, sin distingo, cualquiera sea su gravedad, naturaleza  o manifestación sintomática, genera alrededor cuotas equivalentes de aversión y cautela. Ya sean males de secuelas visibles, o  bien, dolencias imaginarias de achaques de fragua aprendida, todas las enfermedades resultan contagiosas a ojos de los sanos. Cualquier deterioro de cuerpo o mente trae consigo el distanciamiento y guardia en alto del resto de los mortales. Esa lejanía marcada de tus congéneres confiere el inexorable carácter de pestilencia hasta a la más mínima alteración de la salud. Puede expresarse ella en insana condescendencia, indiferencia absoluta o reservas permanentes hacia los requiebros agónicos de tu organismo.
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Placidez insular

El gobierno de los instintos sobre la razón adelgaza nuestros pensamientos.  Sin embargo, bien quisiera sepultarme en vida en las zonas no civilizadas de mi mente. Engullir a trozos las riendas de mi sensatez hasta sumergirme en el atavismo de los apetitos sin hartazgo posible. Esa insularidad a la deriva surca los confines del prejuicio y la laguna mental. La añoranza de la Plácida Isla de la Ignorancia se abre paso entre una mezcla de sentimientos encontrados  (por obra del azar). Dime cuándo atracaré finalmente en el puerto  del olvido del pasado tormentoso.
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cuesta abajo

Envejecer es un ritual aparatoso, urgente y sin término aparente. Atroz maniobra de superviviente de cara al olvido de sí. Abrazar el componente alucinatorio de la realidad en cada atisbo de pensamiento. La voluntad propia atardece y, esquiva, parece empujarnos a tropiezos accidentados hacia el anonimato. Son el respeto reverencial y el trato distante de los jóvenes, estigmas, que nos recuerdan la invisible huella de nuestro tránsito veloz entre las sombras confusas y caretas fantasmales del mundo conocido.
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sepulturero insomne

Le pregunto a todos mis ancestros muertos de huesos carcomidos.

Qué diferencia existe entre un pensamiento inconfeso y un sueño incomprensible.

No recibo respuesta.

Apenas el techo silente de grises madrugadas. Es el parpadeo insomne de quien se desvela por mantenerse en sus cabales.
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causa y efecto

Todas las respuestas de la vida conducen a la única y asible certeza:

Жизнь отстой
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Laberinto rectilíneo

Recorro a ciegas la esbelta continuidad de los rieles dispuestos bajo mis pies calzados, mientras me aferro a la ropa debidamente escogida antes de la salida del sol, para nada ignorante de mi destino, anticipo la llegada en el ruido metálico y el desequilibrio de mis brazos sin asidero. La rutinaria incomodidad de la maroma de mantenerse en pie, entre las estrecheces de un espacio asediado por la aplastante compañía de las muchedumbres, signa el movimiento gravitatorio de cuerpos estacionarios y obsesos de puntualidad. Descubro la reveladora certeza de cómo el túnel rectilíneo puede tornarse de pronto en laberinto. El extravío de no saber dónde me encuentro está determinado por la extrañeza ilegible de cartógrafo analfabeta. Mi tránsito de prisionero aborda la ignota oscuridad de un encierro rodante sin esquinas y sendas emparedadas tubulares. Este cotidiano infierno cilíndrico de emanaciones corporales viaja con paso envolvente hacia la oscuridad vencida por luces intermitentes. Sin rezago el milagro puede obrarse en nombre de una enfilada locomoción eléctrica. Quien se abre paso, entre una intimidad fraguada sin consentimiento y un contacto físico sujeto a los caprichos anónimos de las grandes aglomeraciones, busca hacerse de un lugar en el mundo de las peregrinaciones sin objeto.
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Inercia vegetativa

Apelo a esa maldad recóndita e instintiva para sobrevivir al lastre de la lentitud.
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espina dorsal

No me persigo para dar alcance a mi cuerpo de espaldas, sino más bien mastico alternativas que me permitan escabullirme.
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UCRONÍA

Salvo el poder de la ensoñación con circunstancias negadas por el contundente peso del presente, y agazapadas dentro de los márgenes nutricios de la imposibilidad. Me refiero a que esa situación actual, aborrecida y desdeñada, como fuente de la desdicha, es fácilmente abrazada con indulgente resignación por obra de la costumbre. Sin embargo, pensar, sin mezquindad, en las alternativas brindadas por las sendas donde se desvió nuestro camino, y se torció el destino que nos trajo hasta aquí, es una fantasía recurrente. Pensarse otro, es, en muchos sentidos, preguntarse sobre la apariencia de nuestra vida si pudieran enderezarse las esquinas de instantes remotos. El juicio emanado de situaciones hipotéticas tiene el regusto condicional de la fuga a un tiempo apacible donde nuestros errores no nos pesen. La huella del pasado inalterable está tatuada con la fijeza de un trauma cada vez que arrastramos los pies, damos vuelta porque creemos ser espiados por un extraño, cuando olvidamos el contenido de nuestros bolsillos o, por casualidad, el ocio nos sorprenden fabulando con la apariencia infantil de nuestros padres.
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Lobotomía química

La vela derrama su cuerpo en el suelo que la sostiene. Debilitada en sus cimientos, la carne desfigurada adquiere formas caprichosas y enmascara su rostro hasta tornarlo irreconocible ante el espejo. La desnudez descuartizada de una anatomía en caída compone un cuadro que sólo alcanza consuelo en el horizonte rayano del piso. El combustible son los sesos licuados en busca del estupor. El incendio presentido en la destrucción voluntaria de una memoria averiada que, sin reparar en motivos, emprende un viaje a la caza de los yerros de una  inconveniente percepción de la realidad. Mezcla indivisa de culpa y exhibicionismo de la intimidad, en el proceso, migran al vacío las formas coherentes de la conciencia. Complaciente sangría de curandero, que so pretexto del buen andar y supervivencia, sacrifica las cadencias naturales y los requiebros congénitos más caros. Es el sufriente tránsito a la abolición del yo.
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mono LOGOS

Los monosílabos son las palabras más elocuentes.

Son el credo de los hombres invisibles,

y el camuflaje obvio de los secretos represados por la vergüenza.
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Yoes

El deseo es una pulsión trasgresora. Crece con la prohibición y recorre la senda vedada por alternativas imposibles. Todo depende de una coincidencia que se revela en desgarradura fisonómica sin escondrijo posible. Las barreras antepuestas a las relaciones con el otro intensifican el misterioso regocijo de desconocerse en manos ajenas. Ese arrullo ensordece discernimiento, voluntad y los instintos de conservación. Una suerte de asfixia envolvente rodea el hecho de mostrarse dócil e inerme frente a una persona ansiada en nombre de los sentimientos más nobles. La entrega te columpia hacia un lance ciego y autodestructivo. Quien sobrevive no eres tú, más bien, una transfiguración simbiótica y alterada; una criatura bicéfala, que resulta una imagen bastante estropeada de tu vida pasada. Yacen apacibles los ratos de soledad, el vértigo ante lo desconocido y los aparejos tensos del amor propio.
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De espaldas

El camino de regreso siempre es empinado.
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foso gravitatorio

Las razones del suicida no admiten discusión. En su proclama, silente y encriptada, afianzan un desprecio por la vida. En ese desdén guardan enfundado el secreto de las despedidas. Enterrarse en vida sin ataduras ni desconsuelos hasta cavar un foso donde yacer en paz, para luego descoyuntarse de bruces con los ojos bien abiertos. Se trata de un atajo que nos ahorra el esfuerzo de presenciar nuestra adolorida ruina corporal.
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NEOTENIA

El término identifica a cierto atributo exclusivo del ser humano. Es la capacidad de conservar la apariencia pueril en el tránsito a la madurez, es decir, la presencia de características corporales propias de la infancia en etapas de la vida adulta. A medida que aumenta la longevidad humana también se agudiza el fenómeno de la neotenia. En realidad corresponde a un  mecanismo evolutivo de supervivencia de la especie. Resulta natural que al ser simios excepcionales se tengan francas dosis de ambiguación taxonómica. Entre esos rasgos destaca la piel lampiña, la orientación hacia delante de los pies, el cuello erguido en exceso y suficientemente largo para distanciarse del tronco, además, las proporciones equitativas entre las dimensiones de las orejas y el tamaño de la cabeza. Otras especies de mamíferos se van desfigurando progresivamente hasta resultar irreconocibles, ya sea producto del envejecimiento , o debido a su relación parasitaria con la naturaleza en procesos de metamorfosis drásticos.
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