La obsesión de los vivos con los ojos de los muertos guarda relación con el deseo tenerlos presentes como testigos invisibles de nuestra vida sin ellos. Esa fijación lleva a no querer cerrar sus ojos para sumirlos en la paz de la eterna oscuridad. Sus ojos son la ventana con la que se les invitan a espiar la nostalgia con que reverenciamos su recuerdo y honramos su memoria. Negativa a olvidar y prolongar la tristeza son haz y envés. La vida cristalizada en el opaco recuerdo de sus ojos sin alma.