Ejercicio de estilo




La necesidad es la mejor maestra.
La necesidad tiene la cara muy fea.
Por ende,
Todas las maestras son feas o
Todas las feas terminan de maestras o
Las mujeres necesitan administrar su fealdad con maestría o
Las maestras feas carecen de necesidades reales o
La necesidad otorga lecciones para eludir gente fea o
Ser feo es necesario cuando deseas amaestrar tu vida o
La gente se pone fea cuando pasa necesidad o
La condición necesaria para no afearse implica abrazar la ignorancia o
Para aleccionar a los feos es menester entregarse a una vida de ascetismo y renuncia o
Todos los conformistas y fracasados terminan siendo estigmatizados como personas poco agraciadas o
Si tu novia tiene una fea apariencia, la infidelidad se convierte en un mal necesario o
Es feo pasar necesidad sin la tutela adecuada de alguna maestra de la impudicia o
Es necesario poner caras feas para amaestrar a ciertos animales poco educados o
Es necesario cesar de decir cosas feas para aprender a aceptar a los demás.
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flatus vocis

La supervivencia es el más indigno y vergonzoso de los hábitos. La longevidad solo premia con cansancio a aquellos cuerpos vencidos por las piernas de los difuntos. Pero el peso ondulante de los muertos en nuestras cabezas carcomen, casi a tientas, la esfera íntima de nuestras ideas. Espectros armados con bisturíes de doble filo, bien dispuestos a cumplir su tarea de poblar tu mente de falsos dilemas e ilusorias contundencias. Los alaridos yacen adelgazados  e insomnes entre mordazas de miedo trasparente. Las rutas de escape gravitan inalcanzables, ante tus ojos, abriéndose paso entre la perseverancia de la memoria y la anatomía degradada de quienes osan demorar toda ventaja.
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Robinson Crusoe (CHAPTER IV-FIRST WEEKS ON THE ISLAND)

I now began to consider seriously my condition, and the circumstances I was reduced to; and I drew up the state of my affairs in writing, not so much to leave them to any that were to come after me-for I was likely to have but few heirs-as to deliver my thoughts from daily poring over them, and afflicting my mind; and as my reason began now to master my despondency, I began to comfort myself as well as I could, and to set the good against the evil, that I might have something to distinguish my case from worse; and I stated very impartially, like debtor and creditor, the comforts I enjoyed against the miseries I suffered, thus:

Evil

   + I am cast upon a horrible, desolate island, void of all hope of recovery.

Good
   * But I am alive; and not drowned, as all my ship's company were.

Evil
   + I am singled out and separated, as it were, from all the world, to be miserable.

Good
   * But I am singled out, too, from all the ship's crew, to be spared from death; and He that miraculously saved me from death can deliver me from this condition.

Evil
   + I am divided from mankind-a solitaire; one banished from human society.

Good
  * But I am not starved, and perishing on a barren place, affording no sustenance.

Evil
   + I have no clothes to cover me.

Good
   * But I am in a hot climate, where, if I had clothes, I could hardly wear them.

Evil
  + I am without any defence, or means to resist any violence of man or beast.

Good
   * But I am cast on an island where I see no wild beasts to hurt me, as I saw on the coast of Africa; and what if I had been shipwrecked there?

Evil
   + I have no soul to speak to or relieve me.

Good
   * But God wonderfully sent the ship in near enough to the shore, that I have got out as many necessary things as will either supply my wants or enable me to supply myself, even as long as I live.
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desencuentro

Si el amor es una coincidencia,

el desamor se trata de un accidente, dejado semisumergido

a merced

de la calmosa deriva de los océanos árticos.

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huidizo

Gustoso hubiese dicho la verdad. Sin titubeos habría articulado cada sílaba con la airada vanidad de un locutor de programa cultural. Pese a esa inclinación inequívoca de mi sinceridad no puedo consentir revelarme frente a quien no sabe escuchar. La verdad, nuestra e impura, emerge apenas para mostrar ruinas y corrosión, nunca remedia nada, sólo hace más patente los requiebros decadentes de la frágil naturaleza de las personas. Vivir con la verdad implica golpear tu propia fisonomía hasta desfigurarla entera. Esa cicatriz monosilábica se porta como una máscara que antes de ocultar, más bien desnuda. Las revelaciones evidencian la identidad de tus errores y ubicación precisa de las trincheras donde tu insensatez malsepultó los miedos vencidos por tu empeño de obrar a contracorriente.
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Asido de párpados y pestañas

Exageras cuando das por sentado que la lluvia cae del cielo, la sangre es apenas un líquido intravenoso (derramable y carente de todo valor metafórico), tu mirada extraviada es introspección, el viaje itinerante de las estrellas sacia deseos atragantados, la muerte trae paz a nuestros cuerpos extenuados, cerrar los ojos aplaca tu conciencia, todo tartamudo piensa con lentitud, la nieve derretida limpia el suelo, sólo creces cuando duermes, los relojes detenidos nunca marcan la hora con puntualidad, los insectos respiran aire puro o rindes tributo a la somnoliencia nocturna con la certeza de que todo sueño acaba cuando despiertas.
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penas

Desestimo la sabiduría nacida del sufrimiento. No existe redención en el dolor ni hay consuelo en el arrepentimiento. Sólo me doblego ante el acecho del miedo a las mareas cíclicas del tiempo.
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fin.

Ese año me detuve. Al punto de ser fiel al propósito de no intentar moverme jamás. Sepultarme en el hábito inconmovible de retener el aliento y la erguida firmeza de cada una de mis vértebras. Con pétrea convicción  asumí mi papel de testigo enmudecido de la naturaleza falaz de las personas. Inmisericorde rutina abrazada a modo tic nervioso inacabado.
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Viajero del tiempo

Hay días que me asalta la duda razonable sobre la realidad de mi existencia. La certeza innata de no haber sido del todo bienvenido en el mundo es común a la gran mayoría de las personas. Obligados a vivir con pertinaz empeño damos por trivial el olvido de nuestro origen. Sin embargo, pese a esa concepción rutinaria de la condición humana, me atrevo a presentir una trascendencia oculta en las facetas ignoradas de mi porvenir. Convertir el cuándo en dónde, trastocar el tiempo en espacio, hasta huir del presente inexplicable. Detrás de ese miedo interior a encontrar la manera de evadirse de las huellas del pasado y los indicios del futuro, ubicado justo en la cara posterior de mis globos oculares, se refugia el consuelo de permanecer impasible ante la ruina de un mundo necesitado de mi indiferencia. 
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amigo de lo ajeno

Con la madurez las modalidades complejas de la timidez pueden atrincherarse en lugares diferentes al silencio y la verguenza. Con el tiempo los refugios son tan hondos y densos que el miedo a manifestarse en público y espacios sociales son sustituidos por pasiones más superfluas. El oscurantismo de la vida interior  obliga a darle trato de materia inerte a todo cuanto se expresa como contingente demanda de atención. Se trata de la exteriorización de la voluntad de vivir en las instancias periféricas de la existencia. Justo alĺí, donde no estás tú, ni a nadie interesa posar su mirada.
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desierto sin nombre

En el origen de toda cosa reside la senda a seguir en el futuro. Ese estado de latencia lactante tiene rango de perpetuidad desfallecida. Por eso caer y arrodillarse nos permite mirar atrás a hurtadillas hasta esclarecer el comienzo de nuestro fin. Es un hondo desierto sin nombre que sepulta ilusiones y desesperanzas bajo la pisada irrevocable del paso del tiempo, solo con el propósito innoble de extraviar tu mirada en espejismos interminables.
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auricular

El amparo de las líneas telefónicas diluye la atmósfera personal de toda conversación. Hablar a distancia o por obra de cualquier otro artificio mecánico nos libra de dos males de la comunicación cara a cara. De la exacerbada sensibilidad hacia el interlocutor y de todos aquellos elementos perturbadores que podrían desviar nuestra atención momentánea a las palabras ajenas. No hay aliento u olor alguno, tampoco miradas, ni siquiera una fisonomía a la cual asociar la voz. Resulta obvio asociar estas condiciones con la puesta en práctica de conversaciones con márgenes de confidencia difíciles de tolerar para los enemigos fervientes de la franqueza.
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Liliputienses

Trabajo en un edificio alto con pretensiones de rascacielos. Mi mirada  a diario se asoma con vértigo a los 19 pisos que me separan del suelo. Mis palabras sonarán a vanagloria ridícula. Pero la verdad sea dicha, cuando mis ojos escapan en caída libre, apenas perciben un horizonte informe de suelo y polvo. Semejante a una mosca, ajena a su cautiverio trasparente, tropiezo con empeño rutinario en la ventana, sin saber dónde termina el afuera o dónde principia el adentro. En ciertas ocasiones, mi atención se posa en las personas minúsculas que transitan sin rumbo conocido mientras sumen sus pasos en andanzas hormigueantes. He calculado cuánto miden a efectos de la distancia visual. El espejismo óptico, demarcado por la estatura del edificio, susurra proporciones que siquiera superan los 4 milímetros. La medida taxativa y fidedigna surge de proporciones de alfiler liliputiense. Triste resultado de una pantomima de pinza, hecha sin otros enseres que el vacío imaginario entre el dedo índice y el pulgar de mi mano diestra. Por momentos, el delirio me hace pensar que puedo aplastar, a mi antojo, cada una de las cabezas zigzageantes, en un juego de decapitaciones microscópicas sin propósito definido. Luego recapacito. Es una idea tan descabellada como dar albergue a la esperanza de tropezarme con alguna cara amistosa en mi camino de regreso a casa. Mi presencia intangible en el mundo acaso tendrá un sentido. O el enigma se afianza con la imposibilidad física de encontrar empatía en los otros. Es extraña la sustancia desolada de esta grandeza cabizbaja de hombre encumbrado en las alturas de un edificio. Es como ser grande sin tener pies propios, debe ser la sensación tácita al sedentarismo desvalido de los árboles, seres de ramas móviles y raíces enterradas a perpetuidad.
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