Viajero del tiempo

Hay días que me asalta la duda razonable sobre la realidad de mi existencia. La certeza innata de no haber sido del todo bienvenido en el mundo es común a la gran mayoría de las personas. Obligados a vivir con pertinaz empeño damos por trivial el olvido de nuestro origen. Sin embargo, pese a esa concepción rutinaria de la condición humana, me atrevo a presentir una trascendencia oculta en las facetas ignoradas de mi porvenir. Convertir el cuándo en dónde, trastocar el tiempo en espacio, hasta huir del presente inexplicable. Detrás de ese miedo interior a encontrar la manera de evadirse de las huellas del pasado y los indicios del futuro, ubicado justo en la cara posterior de mis globos oculares, se refugia el consuelo de permanecer impasible ante la ruina de un mundo necesitado de mi indiferencia. 
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