Placidez insular

El gobierno de los instintos sobre la razón adelgaza nuestros pensamientos.  Sin embargo, bien quisiera sepultarme en vida en las zonas no civilizadas de mi mente. Engullir a trozos las riendas de mi sensatez hasta sumergirme en el atavismo de los apetitos sin hartazgo posible. Esa insularidad a la deriva surca los confines del prejuicio y la laguna mental. La añoranza de la Plácida Isla de la Ignorancia se abre paso entre una mezcla de sentimientos encontrados  (por obra del azar). Dime cuándo atracaré finalmente en el puerto  del olvido del pasado tormentoso.

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