UCRONÍA

Salvo el poder de la ensoñación con circunstancias negadas por el contundente peso del presente, y agazapadas dentro de los márgenes nutricios de la imposibilidad. Me refiero a que esa situación actual, aborrecida y desdeñada, como fuente de la desdicha, es fácilmente abrazada con indulgente resignación por obra de la costumbre. Sin embargo, pensar, sin mezquindad, en las alternativas brindadas por las sendas donde se desvió nuestro camino, y se torció el destino que nos trajo hasta aquí, es una fantasía recurrente. Pensarse otro, es, en muchos sentidos, preguntarse sobre la apariencia de nuestra vida si pudieran enderezarse las esquinas de instantes remotos. El juicio emanado de situaciones hipotéticas tiene el regusto condicional de la fuga a un tiempo apacible donde nuestros errores no nos pesen. La huella del pasado inalterable está tatuada con la fijeza de un trauma cada vez que arrastramos los pies, damos vuelta porque creemos ser espiados por un extraño, cuando olvidamos el contenido de nuestros bolsillos o, por casualidad, el ocio nos sorprenden fabulando con la apariencia infantil de nuestros padres.

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