desierto sin nombre

En el origen de toda cosa reside la senda a seguir en el futuro. Ese estado de latencia lactante tiene rango de perpetuidad desfallecida. Por eso caer y arrodillarse nos permite mirar atrás a hurtadillas hasta esclarecer el comienzo de nuestro fin. Es un hondo desierto sin nombre que sepulta ilusiones y desesperanzas bajo la pisada irrevocable del paso del tiempo, solo con el propósito innoble de extraviar tu mirada en espejismos interminables.

1 comentarios:

El Buruso dijo...

Algunos traductores se han puesto de acuerdo para decir que, en esencia, la mirada fue el primero de todos los espejismos.

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