Ese año me detuve. Al punto de ser fiel al propósito de no intentar moverme jamás. Sepultarme en el hábito inconmovible de retener el aliento y la erguida firmeza de cada una de mis vértebras. Con pétrea convicción asumí mi papel de testigo enmudecido de la naturaleza falaz de las personas. Inmisericorde rutina abrazada a modo tic nervioso inacabado.
0 comentarios:
Publicar un comentario